Sistema mediático, ideologías y valores
Armando Briñis Zambrano*
El sistema mediático contemporáneo, de este mundo globalizado y neoliberal, demuestra capacidad de fijar ideologías, seleccionando lo que debe ser visto, leído y oído por el conjunto del público. Por más que existan por parte de lectores, oyentes y telespectadores respuestas diferenciadas a los contenidos recibidos, son los grupos privados de comunicación, los grandes oligopolios mediáticos, los que prescriben orientaciones, enfoques y énfasis en los informativos; cuáles son los actores sociales que serán incluidos o marginalizados; cuáles las agendas y pautas que deben ser destacadas o ignoradas.
Los medios difunden juicios de valor y sentencias sobre hechos y acontecimientos, y de manera abierta funcionan como una especie de tribunal internacional, aunque no tengan ninguna legitimidad para eso. Su intención, es diseminar contenidos, ideas y principios que ayuden a organizar y unificar la opinión pública mundial en torno a determinadas visiones de mundo, mayoritariamente conservadoras y sintonizadas con el estatus quo de las transnacionales globalizadas.
Estos medios eligen articulistas, analistas, comentaristas y columnistas, que en la mayor parte de los casos son portavoces del trabajo ideológico de los centros de poder neoliberales en favor de la mercantilización general de la vida, la desregulación de las economías y los mercados y el desmontaje del Estado de Bienestar Social en Europa. Los “especialistas” dicen, todo aquello que sirve a los intereses de clases e instituciones dominantes, combatiendo y descalificando cualquiera de las ideas progresistas o alternativas transformadoras de la sociedad.
Los grupos mediáticos mantienen y a la vez dependen de acuerdos y relaciones con los poderes económicos y políticos transnacionales y de las oligarquías locales, en busca de presupuestos de publicidad, patrocinios, financiaciones, exenciones fiscales, participaciones accionarias, apoyos en campañas electorales y concesiones de canales de radiodifusión. Creer que son neutros, como quieren hacer creer es iluso y peligroso para los movimientos sociales y populares. Son parciales y han tomado partido desde su propia existencia, con los intereses del mercado salvaje y abusivo, defienden posiciones políticas mayoritariamente de derechas y combaten ideológicamente a sus opositores políticos e ideológicos.
A la vez se han apropiado, o por lo menos se intentan apropiar, de palabras que pertenecen tradicionalmente al léxico de la izquierda, tales son los casos de “emancipación social” e “inclusión”, que pasaron a ser incorporadas a los discursos dominantes y mediáticos, en sintonía con el ideario neoliberal. Estas apropiaciones amparadas en el dominio de los oligopolios mediáticos, tienen el propósito de redefinir sentidos y significados, a partir de ópticas interpretativas propias.
Por otro lado, continúan con la glorificación del mercado y lo presentan como el ámbito más adecuado para traducir anhelos, como si sólo él pudiera convertirse en instancia de organización societaria y el Estado no valiera nada. En un discurso que sitúa el mercado como la única esfera capaz de regular, por sí misma, la vida contemporánea, reproduciendo el orden del consumo y conservando hegemonías instituidas.
Estos medios dominantes reducen el espacio de circulación de ideas contestatarias y su meta es neutralizar análisis críticos y expresiones de disenso, especialmente se hacen evidentes los enfoques tendenciosos sobre las reivindicaciones de movimientos sociales y comunitarios, los cuales son frecuentemente subestimadas o ignoradas, en los principales periódicos y telediarios, bajo el argumento pretexto falaz de que son iniciativas “radicales”, “populistas”. La vida de las comunidades subalternas y pobres está disminuida o ausente en los noticieros.
No podemos sorprendernos cuando el sistema mediático salvadoreño rechaza cualquier modificación legal que ponga en riesgo su autonomía y sus ganancias. Se oponga a cualquier movimiento para la regulación de la radiodifusión bajo concesión pública, reacciona con violentos editoriales y artículos que presentan los gobernantes que se puedan solidarizar con la causa de la democratización de la comunicación como “intereses políticos partidarios” que intentan reprimir la “libertad de expresión”.
Lo que hay, en verdad, lo que se intenta, es bloquear del debate sobre la función y los límites de la actuación social de los medios. Las grandes empresas del sector no tienen ninguna autoridad moral y ética para hablar en “libertad de expresión”, pues niegan diariamente la diversidad informativa y cultural con el control selectivo de la información y la opinión, intentado confundir intereses empresariales y políticos con lo que sería, supuestamente, la función de informar y entretener.
Todo eso acentúa la ilegítima pretensión de los medios hegemónicos de definir reglas unilateralmente, inclusive las de naturaleza deontológica, para colocarse por encima de las instituciones, ejerciendo no la libertad de expresión, sino la libertad de empresa.
*Investigador y catedrático de la Universidad Luterana Salvadoreña.