Libre Mercado y sus consecuencias

Rubén Fúnez*

 

Desde Heráclito los filósofos han reflexionando sobre la importancia de la guerra, del conflicto, de las contradicciones como dinamismo de la historia. Claro también hay que decir que hay pensadores que afirman que la historia no es dinamizada por el conflicto, sino por la evolución y algún otro sostiene que se trata de subtensión dinámica.

 

En todo caso, lo que tanto el rector, Fidel Nieto, como el vicerrector, Dagoberto Gutiérrez, de la Universidad Luterana Salvadoreña afirman, es que para tener una comprensión inteligente de la realidad salvadoreña, sobre todo de los últimos veinte años, es inexorable que identifiquemos la contradicción principal que ha impulsado la historia reciente de nuestro país.

 

Para estos dos pensadores la contradicción fundamental es la que se da entre democracia y dictadura. Se trata de una democracia conquistada a “sangre y fuego”, en la que mínimamente “nadie fuera perseguido por su pensamiento político” y de una dictadura del mercado, en la que lo único que importa es la ganancia y, por lo tanto, es necesario liberar a dicho mercado de todo aquello que fuera un obstáculo que dificultara su principio y fundamento, es decir, la rentabilidad, la ganancia.

 

La práctica tanto política como económica se ha puesto al servicio de esa libertad del mercado. Sin embargo, las consecuencias han sido nefastas para la sociedad salvadoreña. De acuerdo a estos estudiosos es posible identificar cuatro consecuencias.

 

La primera es la escandalosa emigración de salvadoreños. En la década de los 70 y 80, de acuerdo a las investigaciones realizadas por Segundo Montes, abandonaron el país alrededor de un millón de salvadoreños. Firmados los acuerdos de paz se esperaba que la emigración se redujera, dado que la causa principal de la migración era la guerra en la que estaba envuelto el pueblo salvadoreño. Sin embargo, la emigración no se detuvo sino que incluso la ha sobrepasado. En los últimos 20 años han dejado el país más salvadoreños que durante del conflicto, se trata, dicen ambos rectores de “exiliados económicos”.

 

La segunda consecuencia es el crecimiento proverbial que ha tenido y está teniendo el llamado sector urbano informal. Las empresas para reducir costos han tenido que despedir a millares de trabajadores, lo mismo ocurrió con la famosa modernización del Estado. Esta modernización de acuerdo a Raúl Moreno significó el despido de otros muchos millares de trabajadores, que se refugiaron en un abanico inmenso de micro actividades: venta de dulces, de café, de pan, de folders, de libros, de pupusas, de lotería, de accesorios de teléfonos, etc, etc, etc.

 

Tanto la emigración como el crecimiento del sector urbano informal han permitido que el modelo económico implementado en las últimas dos décadas haya podido sobrevivir. La emigración quita presión tanto a las empresas como al Estado para que abran más fuentes de trabajo, y sobre todo con las remesas que envían pueden consumir, que de acuerdo a Dagoberto Gutierrez, es el ideal de ser humano que se ha ido construyendo a lo largo de todo este tiempo, es decir, el hombre que consume. Lo mismo ocurre con el sector urbano informal, se “adaptan” a ese modo de vida, e incluso lo prefieren a otro tipo de empleo, sobre todo que suponga un bajo salario, un horario fijo, y a unos jefes difíciles de soportar. Todos estos elementos ha permitido que el modelo impuesto bien o mal vaya saliendo.

 

La tercera y quizá más penosa consecuencia, es la conformación de bandas pandilleriles, que buscan afanosamente tener más espacio en el mercado. Esto se afirma por seis elementos que Dagoberto Gutierrez encuentra en la descripción de estos grupos: se trata de grupos que carecen de humanidad, son capaces de infringir cualquier sufrimiento o realizar cualquier acción; carecen de valores, sobre todo de esos valores que impulsan a una lucha por una vida digna, justa, y abierta siempre a un más; es evidente el control que ejercen sobre el territorio; no necesitan de la sanción del Estado, desde esta perspectiva, se trata de grupos sin Estado y finalmente, basan sus acciones en la fuerza. Esta fenomenología pandilleril, hace concluir a nuestros dos rectores que lo mismo que las empresas, las pandillas buscan espacio en el mercado.

 

La cuarta consecuencia, es el enorme decaimiento en el que se encuentran los sectores intelectuales de este país. Dice Dagoberto Gutierrez, que estamos en una situación en la que todo tiene un precio, aunque nada tenga valor. Referido esto a la intelectualidad salvadoreña hay que afirmar que ninguna institución valora la función intelectual, contar con profesionales competentes es considerado como gastos innecesarios para la empresas. Esto ha forzado a los intelectuales a tener que emplearse en múltiples trabajos mal pagados, pero que no les permite pensar, porque como dice Guy Standing tienen que contar con mucho tiempo para poder desplazarse de un lugar a otro.

 

¿Cual es la propuesta de solución? Se trata de reconquistar el Estado, secuestrado, de acuerdo a Benjamín Cuellar, tanto por ARENA, como por el FMLN. Pero esto sólo puede lograrse si la población se moviliza, pero para que se pueda llevar a cabo dicha movilización es impostergable la construcción de condiciones objetivas a la población. De acuerdo a los cálculos de nuestros rectores, necesitaríamos diez mil millones de dólares en la construcción de esas condiciones objetivas.

 

Es de la única manera como se vislumbra una solución a largo plazo a las pandillas, si de verdad se quiere solucionar está problemática y no meramente “sacar de circulación” o llevar a cabo una “limpieza social” y, sobre todo, rescatar al Estado de la indefensión en la que se encuentra.

 

*Investigador y catedrático de la Universidad Luterana

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