Papeles de Panamá: últimos estertores del sistema capitalista

 

Rubén Fúnez

Nos preguntamos en unas reflexiones anteriores a éstas, por “la causa” de la corrupción. Nos preguntábamos si la corrupción habría que inscribirla en los individuos o en las estructuras de las que forman parte dichos individuos. Es evidente que este modo de plantear el problema buscaba inscribir el tema de la corrupción, en el ámbito más amplio del mal humano.

Nos parece que sigue siendo una tarea pendiente, sobre todo si tomamos en cuenta la situación de inviabilidad a la que estamos llegando como especie. Alguien ha dicho, que el animal que está en peligro de extinción, es precisamente el animal humano. Por lo tanto, nunca se insistirá suficiente en temas tan agudos como el mencionado anteriormente.

Sin embargo, los sucesos ocurridos en esta semana que está a punto de terminar, nos referimos a lo que se ha conocido mediáticamente como “papeles de Panamá”, nos han hecho pensar seriamente sobre la autenticidad de esta supuesta lucha mundial contra la corrupción.

Para que comencemos por lo más evidente, y claro teniendo presente la sospecha de D. Hume, en el sentido de que estemos en guardia, no sea que la claridad de la evidencia nos oculte las dimensiones fundamentales de los fenómenos, digamos que la gran discusión que han suscitado dichos sucesos es acerca de la legalidad de dichas acciones, y es evidente que acciones de esta naturaleza, están respaldadas por la ley; todos aquellos que han invertido o que tienen negocios más allá de las fronteras de su país, no están realizando nada que esté en contra de la ley; en este sentido, es algo absolutamente legal. Claro, tocará a las autoridades competentes esclarecer los orígenes de esos capitales, pero en principio, se trata de acciones legales.

Pero, ¿es este el problema? Parece que no, porque las inquietudes que realmente vale la pena responder es quienes están detrás de estas investigaciones, quienes las financiaron, cuáles son los intereses que en rigor están en juego, etc, etc, etc. Las respuestas a todas estas preguntas ya no son tan transparentes, y son las que rigurosamente hablando nos pueden clarificar lo que está en juego en fenómenos como los que comentamos.

Queremos insistir que nos vamos a mover en un campo estrictamente especulativo, movidos únicamente por el afán de arrojar luz sobre estos sucesos.

Como no se trata de las cuentas, ni de los negocios de la dueña de la tiendita de la esquina, sino que se trata de negocios millonarios, hay que establecer, en principio, que aquellos que de alguna manera están interesados en su divulgación, son los que están directamente afectados por el posible éxito de dichos negocios. Hay que suponer, desde esta perspectiva, que el éxito de unos afecta el posible éxito de otros. Vamos a dejar en el tintero, si de modo oblicuo, estos negocios afectan a las sociedades que se ven privadas de esos capitales.

Volvamos al hilo de nuestras reflexiones. Si el posible éxito de unos afecta el éxito de otros, quiere decir que el escenario que se está configurando, es la atroz y salvaje lucha que se está dando en el seno de los poderosos de este mundo. Nos encontramos en medio de una gigantomaquia, de una guerra de gigantes, en la que se está reclamando los últimos recursos con los que todavía cuenta este planeta. Es esto lo que hace más dramático este conflicto, los poderosos de este mundo están cayendo en la cuenta que este nuestro mundo ha dado todo lo que podía dar si; que las fronteras de las ganancias ya han llegado a su tope; que ya no cuentan con otro planeta para poder seguir esquilmándolo. Y sin embargo, la voracidad atroz por la ganancia no disminuye.

Estamos en los últimos estertores de este sistema mundo; lo que pone de manifiesto la crisis actual, es que este sistema ya no tiene salida, es que este sistema está comiéndose, como dice D. Gutiérrez «sus propias entrañas».

Lo más crítico de todo este conflicto, es que estos poderosos, no van a entregar las armas, van a morir con las botas puestas, lo que implica que nuestro mundo va a sumirse, quizá, en una de las etapas más oscuras y apocalípticas que la historia de la humanidad hubiera podido registrar, no estamos para optimismo, la lucha entre los poderosos está llevando a una crisis irreversible a la humanidad.

*Investigador y catedrático de la Universidad Luterana Salvadoreña

 

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