Ante la muerte de Fidel Castro
Dagoberto Gutiérrez
El veinticinco de noviembre, a la altura de las 10 y media de la noche, en la ciudad de La Habana, Cuba, Fidel Castro Ruz emprendió el viaje más prolongado que todos tenemos que emprender. Se trata de una vida dedicada a la lucha, al compromiso y a las ideas más humanas. Fidel Castro es el crisol en donde se concitan las figuras de Martí, Bolívar, El Che, Sucre, Farabundo, Sandino, Hugo Chávez, y todo lo que en nuestro continente es producido y mantenido por las ideas libertarias.
Fidel encarna al hombre de pensamiento fructífero y poderoso y la acción más audaz y determinante. Es el intelectual que funcionó siempre como tal, es decir, el que sabe para los demás y además el que aprende a saber a partir de una relación intensa con la realidad. Toda su vida estuvo signada por la lucha y la entrega a los ideales más altos.
Estamos ante un hombre con una curiosidad inagotable, con una vocación intensa para observar, escuchar y reflexionar. Intenso e inagotable conversador que disfrutaba de la plática y navegaba con buen viento en cualquier temática que fuera necesario abordar.
Fidel fue un profundo conocedor de las personas porque necesitó conocer la naturaleza humana y por eso supo que el médico argentino que se les unió en México en los preparativos para la invasión en el Granma, tenía capacidad teórica, ánimo desbordante y alta capacidad para el combate militar. Supo, además, que él era el mejor preparado para el trabajo de unificación de las diversas organizaciones revolucionarias que durante la guerra se enfrentaron a la dictadura batistiana.
Fidel es el hombre que encarna la firmeza inquebrantable ante el imperialismo estadounidense, y a 90 millas, resistió día tras día, el enfrentamiento con semejante enemigo, sabiendo ser, al mismo tiempo, un enemigo formidable de todos los imperios y de las diversas formas de capitalismo. Por eso, su vida es una escuela, con matrícula abierta para todos aquellos y aquellas que en América Latina y en el mundo decidan incorporarse a las confrontaciones actuales y venideras, sabiendo que en esa escuela no hay matrícula para vacilantes, claudicantes o entreguistas.
Estudioso infatigable de la realidad y de la ciencia, de la literatura, la historia, la política y la filosofía. Es un tambor sonando que dice que hay que conocer la realidad para transformarla.
La guerra de 20 años de nuestro país contó con la comprensión, el conocimiento y el apoyo de Fidel, del Partido Comunista y de todas las fuerzas sociales, culturales y artísticas del maravilloso pueblo cubano. La sabiduría que los revolucionarios desplegamos en el desenlace negociado de esa guerra contó con la luz de Fidel y su pueblo.
El viaje de Fidel confirma la derrota de sectores contra revolucionarios que con sus festejos en el exilio demuestran su incapacidad para terminar con la vida de quien siempre fue considerado su mayor enemigo. Ningún atentado ni conspiración de los que fueron organizados contra la vida de Fidel dieron resultados, por eso la impotencia y la derrota chorrea por las alcantarillas de Miami y también de otros países.
Fidel es el personaje capaz de producir las mayores adhesiones, amores y admiraciones, y también los mayores odios. Esto sigue en pie y el líder cubano sigue combatiendo, mientras que sus enemigos siguen temiendo.
Un torrente de lágrimas recorre el continente y un río de esperanza se alimenta de esas lágrimas. Las horas actuales, preñadas de peligro, requieren del encuentro armonioso y amoroso entre la firmeza, la sabiduría y la entrega de los que estando ausentes siguen presentes, y todos aquellos y aquellas que estando presentes decidan y se dispongan a no estar ausentes.
La vida y la entrega de Fidel Castro siguen iluminando los caminos de hoy y a todos aquellos y aquellas caminantes que abran las nuevas sendas por donde transitará la justicia y la libertad, el pan y la dignidad de los seres humanos.
San Salvador, 27 de Noviembre del 2016.