Concentración mediática versus democracia

Daniel B. Mina

El Salvador tiene el reto por delante de equilibrar el desbalance que existe entre medios comerciales por un lado y medios comunitarios por otro. La recién aprobada reforma a la Ley de Telecomunicaciones poco ha cambiado el panorama.

Hoy  los medios de comunicación son esenciales para tener un sistema democrático sano y de verdadera calidad. El pluralismo es un elemento fundamental de la democracia, por tanto, aquí no es de hacer un reparto matemático, sino de buscar una fórmula para que las sociedades tengan acceso a los medios de comunicación, y que se logre el objetivo cualitativo a una verdadera democracia.

Valoramos que desde los Acuerdos de Paz, hasta hoy en día, se ha avanzado muy poco en el reconocimiento, consolidación y acceso real de las comunidades y grupos sociales a medios de comunicación propios y es harto conocido que ARPAS es un conglomerado de  varios medios comunitarios compartiendo una sola frecuencia.

Hay que favorecer políticas que propicien la despenalización total de los delitos que puedan afectar a los comunicadores y, sobre todo, el clima de violencia contra los periodistas. No hemos tenido qué lamentar durante los últimos tiempos, asesinatos sistemáticos de periodistas como ha sucedido en otros países de la región, pero sí se reportan  cuatro muertos, amenazas y algunos problemas de falta de seguridad para el ejercicio de la profesión, por lo cual creemos que el Estado debe estar muy atento en la prevención e investigación de cualquier tipo de amenazas sobre los periodistas.

El gobierno, los funcionarios públicos y los dueños de medios, tienen que hacer declaraciones que manifiesten claramente el respeto que hay al ejercicio de la profesión y los periodistas no deben ser estigmatizados o puestos en situación de vulnerabilidad.

A la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, le falto el valor necesario en aras de avanzar hacia la verdadera democratización de los medios, y evidentemente, cedió a las presiones de los Oligopolios mediáticos y el capital, perdiendo la oportunidad histórica con una resolución que afianzará la concentración mediática y continuará favoreciendo a los medios comerciales.

No podemos sorprendernos cuando el oligopólico sistema mediático salvadoreño y sus archiconcentrados intereses, rechazan cualquier modificación legal que ponga en riesgo su autonomía y sus ganancias. Se oponga a cualquier movimiento para la regulación de la radiodifusión bajo concesión pública, reacciona con violentos editoriales y artículos que presentan los gobernantes que se puedan solidarizar con la causa de la democratización de la comunicación como “intereses políticos partidarios” que intentan reprimir  la “libertad de expresión”.

Lo que hay, en verdad, lo que se intenta, es bloquear del debate sobre la función y los límites de la actuación social de los medios. Las grandes empresas del sector no tienen ninguna autoridad moral y ética para hablar en “libertad de expresión”, pues niegan diariamente la diversidad informativa y cultural con el control monopólico y a la vez selectivo de la información y la opinión, intentado confundir intereses empresariales y políticos con lo que sería, supuestamente, la función de informar y entretener.

Todo eso acentúa la ilegítima pretensión de los medios hegemónicos salvadoreños de definir reglas unilateralmente, inclusive las de naturaleza ideológica, para colocarse por encima de las instituciones y los poderes constituidos, ejerciendo no la libertad de expresión, sino la libertad de empresa.

La transición a la señal digital para televisión (hoy y mañana de la radio) propicia y necesita, una discusión sobre la futura nueva distribución de las frecuencias, o autorizaciones para transmitir y es necesario  un diálogo que involucre a todos los actores: incluso no solo a los medios comerciales, medios públicos y medios comunitarios; sino también a toda la sociedad civil tenga o no acceso directo a la explotación de las radiofrecuencias, o marchamos directamente a la concentración casi total en unas pocas manos e intereses, de lo que vemos, escuchamos o creemos, y todo esto, en nombre de la democracia y de la defensa de la libertad de expresión.

*Colaborador de la Universidad Luterana Salvadoreña

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