El precio de la coherencia
Rubén Fúnez*
Una pizca de Quijote
Mientras las ciencias físicas y las matemáticas eran las disciplinas en las que más se profundizaba, aquel soñador, en la más profunda de las pobrezas, escribía sobre un loco quijote de la mancha. Es de esperar, como ocurre casi siempre en contextos similares, que aquellos tenidos por entendidos, hayan sido precisamente los sesudos que se dedicaban a las matemáticas y a las físicas y que aquellos que se dedicaban a otras áreas del saber hayan sido considerados meramente como soñadores o idealistas.
Cuando Dagoberto Gutiérrez, casi como entre paréntesis, dejó en el ambiente su alusión a Cervantes, en lo único en lo que pensé fue que el escritor español lo hizo, justamente porque dedicó su tiempo a algo que le interesaba sobre cualquier otra cosa que pudiera existir en el universo; hablando en términos neotestamentarios, había descubierto su piedra preciosa, frente a la cual toda otra “urgencia” perdía interés. Por lo tanto, no hay que maravillarse de que se hubiera caído el mundo; peor aun, pudo carecer hasta de lo fundamental para su subsistencia y, sin embargo, continuar impávido escribiendo sobre el loco de la mancha.
Lo único en lo que me interesé, al escuchar la anécdota, fue en la pregunta ¿cómo podemos hacer en la Universidad, para que los profesores que aquí trabajan, encuentren aquello que les fuerce a reflexionar, a pensar, a discutir y a escribir, en medio de la más dura crisis por la atraviesa el país? Lo que dijo Dagoberto se me antojo importante en la medida en la que me pareció útil para comenzar a discutir sobre aquello que pudieran considerar importante, los profesores de esta universidad.
Realismo político e ideología
Tengo muy fresca en mi memoria una celebre discusión con un grupo de colegas en la que discutíamos, acaloradamente, en torno a nuestra responsabilidad de votar. La frescura residió en lo tensa que se tornó la disquisición; algunos argumentaban que en lugar de ir a perder el tiempo haciendo una fila para votar, era preferible irse a la playa. La razón de proceder de esta manera residía en que, según ellos, votar por la izquierda en este país era lo mismo que votar por la derecha. Yo contra argumentaba diciendo que puestos ya en la dura tarea de gobernar a este país, era inexorable que se establecieran alianzas, incluso con aquellos partidos políticos que, históricamente, habían negado los derechos fundamentales a las mayorías populares; cuestión que entendía en seguida desde un frío análisis de “realismo político”: una cosa es decir que luchamos por la justicia, por los pobres, contra el capitalismo, y otra, poder llevarlas a la práctica desde la gestión de un gobierno; si queremos avanzar, aunque sea un centímetro en esa dirección, no hay más camino que hacer este tipo de alianzas, aunque se pague el precio de parecer de derecha. Esta forma de pensar me parecía tan obvia, que no entendía cómo era posible que los colegas en cuestión no pudieran verlo.
Todo el problema reside en que visto desde el loco que escribía sobre el otro loco de la mancha, la obviedad se opaca. Aquel loco hubiera seguido escribiendo sobre las quijotescas luchas de su personaje contra los molinos de viento; sin parar mientes en si se trataba de temas de actualidad o no lo eran, o sí proceder de ese modo era literariamente correcto.
Un quijote desideologizador
Cuando Dagoberto se refirió a Cervantes, mi dificultad para comprender su alusión estribó, en que en ningún momento me puse a pensar sobre el contenido de la anécdota; toda mi atención se puso en la actitud del escritor. Si hubiera reparado en el contenido quizá la pregunta que hubiera surgido sería ¿es la propuesta cervantina factible, es viable en la realidad? ¿es realista? Frente a la cual, Cervantes hubiera dibujado una sonricilla irónica y quizá me hubiera contestado arrastrando las palabras “no es lo más importante si es realista o no”. Aquello sobre lo que escribo es aquello en lo que creo. Y lo que me mueve a escribir e incluso asumir las penurias de esta actividad, es precisamente esta creencia. No sé si Cervantes escribió su ingenioso quijote, pensando que se iba a hacer rico; más bien parece que lo hizo porque estaba poseído por ese personaje que inexorablemente pugnaba por salir de él. Es lo más radical que se puede decir de alguien que apuesta su vida a su piedra encontrada.
Intento aristotélico
Es posible que conozcamos la comparación que han llevado a cabo algunos pensadores entre la física de Aristóteles1 y la de Galileo2. En muchas ocasiones esta comparación se ha llevado a cabo con el propósito de deslegitimar a Aristóteles: su física estaba equivocada y la física correcta es la de Galileo: ¡pobre Aristóteles! Estos autores no se han detenido a reflexionar en los propósitos tan diversos que tenían estos dos grandes pensadores. Galileo descubre constantes generales, Aristóteles descubre la sustancia. Galileo sustituye las cosas, Aristóteles queda inmerso en ellas. Galileo descubre cómo funcionan las cosas, Aristóteles descubre lo que permanece en las cosas. Galileo manipula las cosas, Aristóteles ve al interior de ellas. Se trata de dos propósitos distintos. Sin embargo, el pensamiento moderno ha terminado ignorando el intento aristotélico, y las consecuencias no se hecho esperar: de los seres humanos importa su funcionalidad, no necesariamente lo que son; no su piedra preciosa, sino su instrumentalización. Hemos perdido, como recuerda Zubiri3, una dimensión profundamente humana: las cosas no son vistas como algo que tengo que manipular, depredar e instrumentalizar, sino algo que nos retiene, por así decirlo, en su intimidad, desde donde, como testigos privilegiados, contemplamos su despliegue maravilloso.
Dagoberto, los griegos, el quijote y la ideologización
Una cosa me ha intrigado de Dagoberto. Tratándose de un importante jefe guerrillero, de un inteligente negociador en los Acuerdos de postguerra, de un diputado y de un lúcido intelectual salvadoreño ¿por qué no está colaborando militantemente con todo este supuesto proyecto de izquierda que pretende implementar el FMLN? Quizá su referencia al Quijote, quizá la discusión sostenida con los compañeros y quizá esa pérdida de tan importante dimensión humana, a la que se refiere Zubiri comentando la filosofía aristotélica, nos pueda dar luces para una correcta respuesta a esta pregunta.
En una primera aproximación a este asunto, establezcamos como mera hipótesis que la obra de Cervantes puede considerarse como una crítica radical al conocimiento racional y científico de su tiempo. Es verosímil que los hombres de ciencia, aunque no lo pudieran decir tan abiertamente, estuvieran sobrecogidos con los avances que se estaban dando en el ámbito de los conocimientos físicos. Copérnico4, Galileo y Newton5 había descubierto la piedra filosofal de la física; es probable que a partir de entonces se considerara conocimiento, únicamente al que era posible adquirir mediante los métodos físicos y matemáticos. Cervantes no hace física ni matemática y, sin embargo, aborda cuestiones fundamentales de la realidad humana, que ponen en un primer plano el problema de si es la racionalidad el único modo de dar cuenta de la realidad o si más bien tenemos que tratar la realidad desde la irracionalidad.
Por ello, sería un desatino mayúsculo argüir que no se trata de un auténtico conocimiento. Se trata de un conocimiento que se inscribe en una dimensión fundamental de la realidad humana, es decir, en esa dimensión en la que no es dable negociar con lo encontrado, porque se trata de algo que da cuenta con radicalidad de quienes somos. Lo grave del asunto es que es muy posible que el conocimiento científico a la larga ignore, peor aún, desconozca esa dimensión, de la que en definitiva se nutre todo saber humano.
Cervantes no estaba con la moda. En ese agitado siglo, la moda pudo haber sido hacerse un buen matemático, o un buen físico. Ponerse al día y discutir acerca de la reforma y contrarreforma. Entonces quizá no era muy atinado escribir acerca de un ingenioso hidalgo ¿sabía Cervantes acerca de este desatino de su proyecto? Lo sabía con toda seguridad y, no obstante, siguió escribiendo hasta consumar su obra.
Hay en la vida de las personas dimensiones tan esenciales que si se les priva de ellas dejarían de ser lo que dicen que son. La cultura cinematográfica norteamericana ha estado proponiendo, que en esta vida todo tiene su precio. Y por lo acontecido en las últimas semanas, parece que se trata no sólo de la cultura norteamericana, sino que se trata de un modo de pensar que está permeando toda la realidad: se hecho asunto público la propuesta de un millonario árabe de comprarle por un millón de dólares su viejo automóvil a un presidente sudamericano. Lo que importa rescatar aquí es toda la carga simbólica que esta propuesta lleva aparejada: en esta vida todo tiene un precio. Lo que ocurre es que si se vende la especificidad de cada cual, se termina por no saber quiénes somos.
El supuesto realismo político podría estar negociando justamente aquellas dimensiones que dan cuenta de la especificidad de la izquierda, y que por ello una vez perdidas ya no sabemos qué es lo que son. Los compañeros que se negaban a votar se erigen en críticos agudos de ese modo de hacer política. Independientemente de todas las maneras en las que se puede enjuiciar decidirse, en plenas elecciones, gastarse el día en la playa a espaldas de tan importante acontecimiento, una cosa parece clara: el parecido de la izquierda con la derecha hace sospechar que se ha perdido una importante dimensión de la lucha revolucionaria en la que se vio envuelto el pueblo salvadoreño. Es posible que muchos de los revolucionarios que ofrendaron su vida en esa lucha vean como una monstruosa deformación de sus ideales, esto a lo que ha devenido el FMLN. Y segurísimo que no se les convencería argumentando que se trata de puro realismo político.
¿Por qué la filosofía de Aristóteles es filosofía griega? No hay que ser tan ingenuo para contestar que es griega porque nació en Estagira. Ellacuría6 nació en España, pero su filosofía es latinoamericana. Muchos pensadores europeos nacieron y escriben desde Europa, pero su pensamiento es perfectamente un pensamiento latinoamericano. Entonces, Aristóteles es griego por el penoso esfuerzo de penetrar en la intimidad de las cosas y quedarse retenido en esa intimidad hasta dar con lo que llamó sustancia. Digamos, al tenor de esta reflexión, que esa es la especificidad de su pensamiento filosófico. En el caso que la negocie, sería cualquier cosa menos filosofía griega.
Dagoberto es de izquierda porque desde muy joven encontró su piedra preciosa, frente a la cual todo lo demás quedó en segundo, tercero o cuarto lugar. Y la piedra preciosa no se negocia, se trata de esas dimensiones no negociables de la vida, no hay componendas que valgan. ¿De qué piedra preciosa se trata? Justamente de su visión de izquierda. Se trata de una visión de la vida, se trata de una visión de la realidad. Lo primero que da de sí esta visión es que se trata de una realidad que hay transformar, y no sólo ponerla en sus patas, como pudiera proponer Eduardo Galeano7, cuando denuncia que este mundo está patas arriba; lo segundo que piensa y, hay que decirlo en seguida, que no se trata de una deducción lógica del primer aspecto, es que los sujetos de esta transformación no son las empresas, como peligrosamente puede estar pensando un sector muy importante del FMLN, las mayorías populares y, finalmente, en tercer lugar, que la praxis histórica de aquellas mayorías populares, se orienta a la superación el capitalismo.
Ante la inquietud de sí esta visión de izquierda es viable actualmente en la realidad. Tranquilamente puede responder: no, quizá no lo es; pero el que no lo sea no significa que tengamos que entrar en componendas con la derecha; que no lo sea, lo único que implica es que tenemos que trabajar más, para que las comunidades vayan transformándose en consonancia con esa idea de izquierda.
En esta postura es en la que consiste la especificidad de Dagoberto, y si esto se negociara no sería el Dago que conocemos.
Notas:
1. Aristóteles, filósofo griego, nació en el 384 aC y murió en el 322aC.
2. Galileo, astrónomo italiano, nació en 1564 y murió en 1642.
3 Zubiri, filósofo vasco, nació en 1898 y murió en 1983.
4 Copernico, astrónomo polaco, nació en 1473 y murió en 1543.
5 Newton, Físico inglés, nació en 1643 y murió en 1727.
6 Filósofo y teólogo español. Nació en 1930 y murió en asesinado por miembros del ejército salvadoreño en 1989.
7E. Galeano, escritor uruguayo, nació en 1940.
* Investigador de la Universidad Luteran Salvadoreña.