Grecia y la dictadura del capital

Rubén Fúnez*
Se ha hecho pública la noticia de la renuncia del Primer Ministro griego Alexis Tsipras. Ha afirmado que su “mandato del 25 de enero ha vencido. Ahora el pueblo debe pronunciarse. Ustedes con su voto decidirán si negociamos bien o mal. Ustedes con su voto nos juzgarán”.
¿A qué se refiere con la afirmación de que su “mandato del 25 de enero ha vencido”? Tsipras llegó al poder soportado en la promesa de que pondría fin a la “humillación y al dolor de la austeridad”. La austeridad a la que se refería era que el 60% de los jóvenes estuviera desempleados; que los salarios se hubieran desplomado haciendo que el 40% de los griegos fuera cada vez más pobre; que el 35% de la población griega estuviera en riesgo de pobreza o de exclusión social; que 800,000 mil griegos no cuenten con servicios de salud, etc., etc. Es decir, la población griega vio en su candidato la esperanza de salir de la profunda indefensión en la que es encontraba.
Eran, justamente, todas estas medidas las que como un glorioso Teseo iba a defender frente a la Troika. Y para ello convocó un referendo en el que más del 60% de la población griega estaba con su Primer Ministro. Más de la mitad de los griegos estaban dispuestos a defender lo que se les había prometido en la campaña electoral. En este sentido, tanto el pueblo como su máximo dirigente, seguían siendo coherentes con las decisiones iniciales.
Sin embargo, al final terminó cediendo a las presiones de la Troika, argumentando que a pesar de que él tampoco lo quería, era lo mejor que se podía hacer por Grecia. Desde esta perspectiva, los griegos no sabían a lo que votaban, cuando en el referendo dijeron masivamente que “no” a las pretensiones de la eurozona, y quien si sabía de las consecuencias de esa negativa era su Primer Ministro. Lo que llevó a aceptar medidas aún más drásticas que las anteriormente propuestas para rescatarles de la crisis.
Todo esto implica que las promesas electorales no iban a poder ser cumplidas. En este sentido, todo aquello que permitió que fuera elegido perdía legitimidad. Desde esta perspectiva Tsipras es muy honrado cuando reconoce que su mandato del 25 de enero ha vencido. Y es esto lo que quiere acentuar cuando, contundentemente, afirma, “presento, ante todo, mi renuncia” (las cursivas son mías). Es decir, lo principal no es la posibilidad que pueda ser nuevamente elegido en las elecciones de setiembre, sino su renuncia irrevocable al primer ministerio.
¿Cómo debemos entender estos sucesos? ¿en qué momento el entusiasmado Tsipras de la campaña electoral, le dio paso al realista Tsipras de las negociaciones europeas? En un artículo anterior, publicado en esta misma fuente, observé que lo que estaba en juego en la crisis griega era la humillación por parte del Centro a la Periferia. Un centro poderoso frente a una periferia frágil y vulnerable.
Asistimos a un mundo en el que como nos recuerda Manu Chao, quien manda es el dinero, asistimos a una dictadura del dinero, más que a cualquier político a quien votemos. El político no manda, el presidente no manda, sus ministros no mandan, quien manda son los jefes, los dueños del capital. Y estos parece que siempre salen ganando.
Cuanto más se desplomaba la economía de los griegos, más beneficiado salían los poderosos, en este caso Alemania. Es escandaloso que el rescate de Grecia esté valorado en 93, 000 millones de dólares y que Alemania ya se haya beneficiado con esas crisis con alrededor de 110, 000 millones de dólares. Es decir, antes de que los griegos comiencen a pagar su deuda, los alemanes ya la han recuperado e incluso han salido ganando.
Esto ha sucedido por lo siguiente: en la medida en la que se agudizaba la crisis griega, comenzó una enorme fuga de capitales “esta fuga hizo que los inversores buscaran refugio en los bonos alemanes. Con la mayor demanda de sus bonos, bajó el interés que paga el estado alemán por emitir deuda”.
En otras palabras, la crisis griega ha evitado la crisis alemana. Una cosa es que Tsipras tuviera toda la voluntad del mundo de sacar a los griegos de la crisis en la que se encontraban, y otra que tuviera la “capacidad” de hacerlo. La historia ha demostrado, una vez más, que quien manda es el capital.
Si Tsipras quiso erigirse en esperanza, no sólo para Grecia, sino para toda la Periferia, después de todos estos sucesos salimos más trasquilados. No debemos sorprendernos que en las elecciones de septiembre vuelva la derecha al poder griego, en la medida en la que todos estos eventos ha dividido a Siryza y se presenten a elecciones más débiles y vulnerables.
*Investigador y catedrático de la Universidad Luterana Salvadoreña