La graduación de la Universidad Luterana Salvadoreña
Dagoberto Gutiérrez*
Un leve temblor sacudió la rama del frondoso árbol de mango, una sombra llena de nervios se despegó como cuando la luz se fuga de la sombra, era una ardilla que cambia de rama para mantenerse en el mismo lugar y para mirar, entre sorprendida y asustada, a la gran cantidad de gente que estaba llegando lentamente a la inmensa sala del Salón ocho de la Feria Internacional, en San Salvador.
Los poderosos zanates adaptados a la vida urbana sobrevolaban la escena mientras personas, bastantes con sombrero de colores oscuros, con vestidos modestos y rostros apacibles iban llegando en transportes colectivos y particulares. Vienen de todo el país pero sobre todo de la periferia de San Salvador, los Departamento de La Paz, Cabañas y otros del Oriente, han llegado a la feria para participar en la graduación de sus hijos e hijas que después de años de estudio obtienen su diploma de graduación.
Son ciento cincuenta muchachos y muchachas, padres de familia, trabajadores en distintas cosas que decidieron formarse para contar con un instrumento, un título que le facilitará sostener la vida en momentos particularmente difíciles, se trata de un grupo abigarrado; pero todos son personas de bajos ingresos con un férreo impulso de superación y una incansable voluntad de salir adelante en medio de las condiciones más duras.
La Universidad Luterana parte de programas establecidos por el Ministerio de Educación y se nutre del ánimo de sus estudiantes y este día de graduación la universidad, al igual que sus graduados y las familias de ellos, está de fiesta.
Hay un ambiente estudiantil y la graduación no anula la calidad de estudiante permanente que las personas han de tener y cuando llega la hora de cantar el Himno Nacional los sombreros dejan ver cabellos grises, blancos y sonrisas que expresan tranquilidad y confianza.
El Rector Fidel Nieto explica a la concurrencia las características urgentes de nuestro país, puntualiza la crisis histórica, precisa la crisis de consenso y de dominación y delinea para todos los presentes los contornos y entornos del momento histórico, no se embellece nada ni se oculta nada porque todos sabemos el momento difícil y cáliz amargo que se bebe.
Un silencio atento y cortante domina la estancia, se trata de un amplio local obtenido y negociado con participación estudiantil, es amplio, iluminado y ventilado, con capacidad y posibilidad de dar comodidad a un alto número de familias de los graduados. Es un día sábado que parece domingo o es un día domingo que parece fiesta y el ánimo estudiantil, se fusiona con la voluntad de los padres y se logra construir la escena adecuada que une a una institución como la Universidad Luterana con las familias que la nutren y la mantienen.
Llega la hora de entrega de títulos, los diferentes graduados de las carreras de Trabajo Social, Ingeniería Agroecológica, Administración de Empresas, Educación Parvularia, Teología, Ciencias Jurídicas y Computación, todos, uno por uno, pasan a recibir su título, es un momento de nervios, de emoción y hasta de lágrimas porque es algo que termina y algo que empieza y de repente puede tratarse de algo que nunca termina, porque una graduación no debe nunca agotar en las personas y sobre todo tratándose de universitarios, su condición de estudiantes.
Este es un elemento clave de una graduación porque en ninguna circunstancia el graduado y la graduada debe entender que haberse graduado es haber concluido los estudios porque en realidad se trata del momento en que alguien debe saber que los libros deben estar abiertos, que las páginas de los mismos deben estar corriendo y sus letras deben estar danzantes y convocantes provocando para ser leídos.
Los graduados parecen saberlo y en todo caso deben saberlo o deberían saberlo.
El discurso de los graduados es una profunda y reflexiva disertación que sitúa bastante bien al graduado en el mundo actual. La disertante se pregunta qué vamos hacer con los títulos, los podemos poner debajo de la almohada, en medio de los libros o en un marco pero en todo caso, hemos de saber que es un instrumento que nos ha costado y que nos va ayudar. El discurso sigue fluido y fresco como las aguas de un arroyo no hay prisa ni tropiezo y los graduados saben de qué están hablando y esto nos tranquiliza, nos satisface y nos alegra, porque la Universidad seguirá siendo una casa universal abierta a las corrientes del Norte y del Sur, del Este y Oeste al servicio de la humanidad interesada en saber y sobre todo en aquel saber que sirve para transformar la vida misma y el saber mismo.
Se entrega el último título que es un documento elegante pero sencillo y cada familia lo toma en sus manos como una culminación y se abre, como los pétalos de una rosa, el momento de los abrazos de las sonrisas abarcantes y las fotografías individuales y colectivas.
Se trata de perpetuar, que es como congelar en el tiempo, el momento, un momento de todos los que nutren la vida en donde hay una satisfacción por una meta culminada y lograda, es algo así como una fuerza que se impone al desaliento, como un mensaje que llega del horizonte con buenas nuevas y todo esto hay que mantenerlo y conservarlo y para eso sirven las fotografías.
Los abrazos se multiplican y las familias se agrupan, aparecen los padres, los hijos y los abuelos y sin duda al mediodía habrá comida colectiva y de nuevo sonrisas, comentarios e historias porque una graduación no solo es un acto académico sobre todo y ante todo, es un hecho social que mueve y conmueve a la sociedad y para la Universidad Luterana es la culminación de un año académico, pero es algo más, es el encuentro con sus sentidos y desencuentro con todo aquello que aleje a la universidad de su naturaleza de escuela, de educadora y de productora de ciencia que descubre la verdad debajo de las piedras.
La mañana del treinta de mayo se escapa lenta e inexorablemente, este día amaneció con brumas porque la noche del viernes llovió abundantemente, pero el sol gobierna de nuevo y todo se ilumina y el calor establece su reino, es el momento en que las familias regresan a sus lugares y la vida parece continuar empezando de nuevo el viejo molino de la existencia a moler a la vida, pero lo cierto es que cada día es diferente a otro y que las personas que hoy se han graduado no volverán a ser las mismas y esto, que parece poco, es una alteración importante.
Las ardillas del árbol de mango aparecen y desaparecen, en un nido voluminoso de la copa del árbol, dos pequeñas ardillas recién nacidas se mueven trémulas y la madre mira con atención a los grupos de personas que se retiran, en vehículos o a pie del Salón ocho de la Feria Internacional.
Una mañana intensa ha concluido y nos preparamos para un fin de semana con lluvia y con verde, es una buena noticia para todos y todas.
*Vicerrector de la Universidad Luterana Salvadoreña.
*Vicerrector de la Universidad Luterana Salvadoreña