La migración y los llamados NINI

Daniel B. Mina

De acuerdo con la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), numerosos menores centroamericanos en la actualidad son forzados a desplazarse por la violencia reinante en sus países de origen. Los menores son frecuentemente blanco de actos violentos en el Triángulo Norte Centroamericano (El Salvador, Guatemala y Honduras) por grupos pandilleros o maras que operan en esos territorios.

A la vez no son pocos los indocumentados en su ilegal tránsito hacia geografías diversas, son víctimas de redes de tráfico de personas, que operan de forma coordinada en territorios del área. En México y el área Centroamericana es cosa común.

El Salvador es afectado cada año por la migración de miles de nacionales, entre ellos niños y adolescentes, muchos de los cuales son deportados por autoridades foráneas. Baste decir, en ese sentido, que en los últimos 36 meses unos 10 mil menores salvadoreños, según fuentes de la ONU, resultaron expulsados de Estados Unidos y México, lo que confirma la dramática situación que viven los migrantes de nuestro país.

Alrededor del 90 por ciento de los menores retornados proceden de los departamentos más pobres del país, y pese a los proclamados esfuerzos gubernamentales por incrementar los niveles de escolaridad, cerca de 1,2 millones de niños entre tres y 17 años de edad no estudian (FuandaUngo, 2014), lo que se asocia a altos índices de deserción escolar, corrobora el estudio antes mencionado.

El estudio también señala características de esta población, certifica que 47 de cada 100 jóvenes (46.9%) pertenecen a los hogares de más bajos ingresos económicos, 40 de cada 100 (39.9%) residen en los hogares de ingreso medio y solo el 13.1% residen en hogares de ingreso alto.
Más de la mitad (54.1%) pertenecen a hogares en condición de pobreza. La mitad de los llamados NINI  (Ni estudio Ni trabajo) el 47.2 %, no ha completado la educación básica obligatoria. El 30.7 % residen en viviendas sin acceso a agua potable, uno de cada cuatro (26.3%) habita en viviendas con materiales de corta duración; y uno de cada dos (50.5%), viven en viviendas en condiciones de hacinamiento.

Además, el estudio señala algunas causas que abonan el crecimiento de este rango poblacional, como las bajas tasas de cobertura educativa en los niveles medio y superior, las brechas de calidad educativa, el bajo nivel de empleo (y salario) decente, una alta tasa de población en viviendas con carencias, el elevado índice de pobreza, entre otras, son parte del contexto salvadoreño que afecta a las y los jóvenes.

Para muchos investigadores aunque la migración toca de cerca a El Salvador, con 2.5 millones de emigrados en Estados Unidos, según cifras oficiales, otras señalan que superan los 3 millones, aún no existe en nuestro país una política nacional estructurada, con objetivos claros y evaluaciones continuas en ese asunto, que proteja a los migrantes, y ponga orden en el éxodo al igual que en el retorno de nacionales, mientras solo se implementan programas que únicamente palean el problema y no atacan la raíz de las dificultades, todas determinadas en última instancia, por el modelo neoliberal imperante en nuestro país.

Lo cierto es que estos NINI nos dejan ver un fracaso social que tiene historia y cultura, que no se da como un caso fortuito o del azar. Las causas de este grupo etario de la sociedad es el resultado de un proceso identificable y prevenible, tiene relación directa con el tipo de sociedad que hemos construido.

Son producto de un modo de organización social que genera, en primer lugar, una injusta distribución de los recursos naturales y riquezas que posee el país, y en segundo lugar, de una injusta distribución de la riqueza generada por la fuerza del trabajo.

*Colaborador de la Universidad Luterana Salvadoreña

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