La pandilla del mercado: cárcel y poder (Parte IV)
Dagoberto Gutiérrez
La relación mercado-pandilla constituye, como hemos dicho, un proceso consustancial que les identifica. En cambio, la relación Estado y pandilla tiene un sentido institucional, es decir, instrumental. Veámoslo así:
Para el Estado, las llamadas instituciones, son instrumentos que viabilizan el ejercicio del poder. Se trata de un poder que pertenece al pueblo, que es una potencia, pero cuyo ejercicio real solo es posible a través de las instituciones. Así las cosas, la pandilla, que por años ha impuesto su fuerza, ha pasado a transformar esta fuerza, basada en las armas, en el atropello, el miedo y en todo lo ilícito que se pueda imaginar, en poder, y se ha erigido en titular de ese poder.
Recordemos que en el caso del Estado, se llaman funcionarios a los que ejercen el poder del pueblo y lo usan en su nombre, alejados y por encima de los titulares de ese poder. En el caso de las pandillas, la fuerza y el control se ejercen en un territorio donde la gente vive, duerme, convive, muere y es enterrada, y ahí, en esa comunidad, hay una fuerza permanente, día y noche, que llega a convertirse en el poder que norma las vidas, que impone impuestos y se constituye en la autoridad, tal y como ocurre con el llamado Estado.
Dentro de la filosofía neoliberal, el Estado prácticamente desaparece y es sustituido por el mercado. Los territorios son abandonados y también las comunidades. La gente no importa más que como votantes y como objeto de negociación con las agencias internacionales de crédito, pero, en ningún caso, el Estado responde de ninguna persona, ni de los derechos de nadie. Precisamente, así se construye el territorio en el que la pandilla se desarrolla.
No se trata de un proceso de sustitución porque, sencillamente, la pandilla es otro poder, que al igual que el Estado, ha surgido de la misma gente, que simplemente ha llenado un vacío abierto por el neoliberalismo, y ha descubierto, como realidad física, puede ser usado en actividades lucrativas, una vez es controlado y dominado políticamente. Este territorio, al funcionar como un botín de guerra, es motivo de confrontación mortal entre las mismas pandillas, y es, en este punto, donde nace la confrontación pandilla-Estado.
Ya tenemos a 3 sujetos del drama de la guerra social: la pandilla, el mercado y el Estado. Agreguemos otro factor, o si se quiere, otro sujeto, que es el poder del narcotráfico. Este es un poder planetario que influye en los imperios, en la banca, industria, en riquezas y en pobrezas. Se sabe que el mercado más fluido y ventajoso para el negocio de las drogas es la sociedad estadounidense, y llegar a ese mercado exige abrir y cerrar las rutas más adecuadas y útiles. Es algo así como la ruta de la seda, que comunicaba a Occidente con Oriente, desde los puntos mes recónditos de Europa y Asia.
Esa ruta de la seda también funciona para llevar las sustancias hacia el norte, desde el centro de América.
Todo esto tiene que ver con rutas, puntos de paso, bodegas, transporte, y sin dudas, toda la actividad empresarial que presupone tamaño negocio. Y aquí, controlar el territorio resulta ser la parte clave y decisiva. Precisamente por eso, el territorio es el punto neurálgico del diferendo entre la pandilla y el Estado.
Recordemos que la palabra Guerra Social no aparece en el vocabulario oficial, cuyos voceros hablan de violencia o de delincuencia, manteniendo la bandera de la paz como una llama supuestamente encendida, pese a las tormentas. Las pandillas han sido mencionadas marginalmente y toda la problemática delicada que se desarrolla en el territorio social ha sido ignorada por el Estado. De repente, porque se puede usar esta palabra con esquinas y con filo, el Estado aparece en una confrontación y hasta en una guerra, tal como dijo en una ocasión el Presidente de la República.
De la noche a la mañana se pasa de la aparente ignorancia del fenómeno para ubicarlo en el lugar correspondiente al mayor problema del país. Y todo aparece en cuestión de horas y de días, como si no hubiese sido precedido de una reflexión o elaboración sobre el fenómeno. En realidad, el Estado ha tenido el conocimiento necesario, pero, solo al comprender a la pandilla como la fuerza dueña de un territorio que el Estado, o parte de su aparato, también necesita, es que estalla la confrontación, porque resulta ser inevitable, aun cuando, tenga riesgos políticos.
Aquel Estado que aparece recuperando territorios no controlados es débil y con enemigos insuperables. En el caso salvadoreño, para el gobierno resultó ineludible la confrontación. Solo puntualicemos que no se trata de un Estado que está defendiendo el derecho a la seguridad, a la salud, al trabajo, de los habitantes del territorio, no le interesa sus funciones públicas ni los seres humanos que ahí habitan. Se trata simplemente de la pelea por el control. Es probable que esta confrontación no sea con todas las pandillas, sino solo con alguna de ellas. También es esperable una temporalidad en la confrontación, de acuerdo a quien resulte victorioso o de acuerdo a las conveniencias políticas y hasta económicas.
Se trata de una confrontación empresarial donde la Policía Nacional Civil, que aparece en la primera línea de fuego, en una guerra que no le corresponde, no es en realidad esa primera línea, y mientras aumenta el número de bajas, las pandillas también aumentan su control y autoridad sobre territorios urbanos y rurales, y así, en este pequeñísimo país, la población es sometida por el poder del mercado, del Estado y de la pandilla. Se construye una autoridad que no es más que la pura fuerza disfrazada e impuesta a sangre y fuego, contando con el silencio, la ceguera y la ausencia del Estado.
Toda esta situación afecta la orfandad y el abandono de los seres humanos porque a la falta de recursos para la vida se agrega la falta de esperanza y la ausencia de la dignidad, y toda esta mezcla cultiva una parálisis que es necesario romper para que al fin las comunidades se asuman como dueñas reales de un poder real que está en sus manos pero que será necesario la movilización y organización de ese poder para enfrentarse con éxito a las fuerzas triples que en este momento encadenan a las comunidades.
*Vicerrector de la Universidad Luterana Salvadoreña