La sociedad que anheló San Romero

Mauricio Manzano*

 
San Romero fue un hombre que consagró su vida a la defensa de la justicia de las personas más pobres en El Salvador, a partir de la Doctrina Social de la Iglesia. Sin duda, San Romero es uno de los personajes más trascendentales de la historia salvadoreña. En este ensayo se plantea la visión del concepto de ser humano y el proyecto de sociedad que concebía el Santo. La reseña se limita al análisis de la cuarta Carta Pastoral (CP), “Misión de la iglesia en medio de la crisis del país”, presentada el 06 de agosto de 1979.
 
La carta tenía como fin plantear y promover una trasformación estructural de la sociedad injusta en una sociedad más humana, solidaria e inclusiva, que ponga en el centro de su actividad al ser humano de manera integral, especialmente a los más pobres. 
 
En la cuarta Carta Pastoral, San Romero hace un planteamiento antropológico-teológico del ser humano en tensión utópica entre lo que debería ser y lo que es en realidad. Parte de la tesis que vivimos en una sociedad en que “hay más hombres sometidos a situaciones de injusticia” (CP No 13), y que “El hombre, por su dignidad e imagen de Dios, merece nuestro compromiso a favor de su liberación y total realización en Cristo Jesús” (CP No 39). 
 
Parafraseando a San Ireneo de León, obispo mártir del siglo II, afirma que la “gloria de Dios es que el pobre viva”, y viva en abundancia, seguridad y libertad, probidades que en la praxis de la sociedad salvadoreña se les han negado.  En su Carta Pastoral está siempre la dialéctica entre lo que “asfixia” su condición humana y lo que posibilita su realización plena e integral. 
 
San Romero apuesta por la integridad del ser humano y afirma que “es el camino que la Iglesia debe recorrer”, percibe su opresión y sobre todo escucha el clamor de los que no tienen voz” y propone recuperar su dignidad a través de una liberación integral. Para ello propone desenmascarar las idolatrías de la sociedad y realizar cambios estructurales y profundos. Y esto sólo es posible cuando se coloca al ser humano en el centro de toda actividad económica, política, social, anteponiéndolo a la centralidad e idolatría del capital.
 
Por tanto, San Romero parte de una visión antropológica-teológica humanista integral de ser humano, esta realización sólo es posible en un modelo político, económico y social incluyente, sin embargo, el modelo económico actual es la negación de su visión, de ahí afirma que con urgencia se necesita una trasformación estructural de la sociedad.
 
El proyecto de sociedad que propone Monseñor Romero es inclusivo, en íntima relación con el modelo de Reino de Dios anunciado por Jesús, un proyecto dinámico capaz de cambiar las condiciones de vida del ser humano, condiciones actuales de: sufrimiento, desempleo, violencia, extorsiones, represiones, falta de oportunidades, etc., y transformarlo en “un orden más justo que realmente tenga en cuenta a las mayoría del país” (CP No 65). Por tanto, es un modelo social que exige una conversión personal y estructural tanto de las organizaciones populares cuanto de los que tienen poder, incluso la Iglesia (CP No 67).
 
El pensamiento de Romero sigue teniendo vigencia; lo que señaló como las raíces fundamentales de los problemas sociales y políticos de su época, continúan hoy en día afectando a la gran mayoría de personas del país. Sus propuestas siguen siendo vigentes sobre todo cuando analizamos las vivencias y consecuencias generadas de un sistema social injusto, inhumano, excluyente y con una violencia generalizada.
 
Según San Romero, la violencia estructural y represiva tiene como raíz “la absolutización de las riqueza y de la propiedad que lleva consigo la absolutización del poder político, social y económico, sin el cual no es posible mantener los privilegios aún a costa de la propia dignidad humana” (CP No 67)
 
Sostiene que la violencia estructural es la causante del subdesarrollo económico, social y la degradación política. Y la actitud del gobierno frente a esa violencia “parece proclamar represión” y “abusos de poder típico de los regímenes de fuerza” (CP No 45). Pensemos en la actualidad de este discurso en relación a la seguridad, la política, la economía, la confianza en el positivismo jurídico y policial, sabemos que no resuelve el problema, sin embargo, aumenta la violación a los derechos humanos.
San Romero en su cuarta Carta Pastoral está convencido de que el gran aporte de la evangelización es la visión del ser humano y el esfuerzo por su promoción integral. Esto es verdad también hoy: urge una verdadera promoción humana que ayude a superar las diferentes situaciones que degradan su condición digna y plena.
 
En tanto siga vigente un modelo económico y social donde la gente sigue excluida, donde los poderosos siguen dando migajas a los que menos tienen o les siguen despojando de lo poco que tienen, donde la política se ha convertido en una forma de enriquecimiento, donde se siga aumentando la desigualdad, es imposible que haya paz social y desarrollo humano. 
 
En síntesis, San Romero sostiene que este mundo es posible pero transfigurado, es decir, si los que lo habitan, en unidad, se comprometen a realizar una trasformación estructural de la sociedad más justa, solidaria e inclusiva, que ponga en el centro al ser humano de manera integral, especialmente a los más pobres.
Romero, por eso, nos inspiró y nos seguirá inspirando. Más allá de su santidad, su presencia luminosa sigue alumbrando el camino para que podamos remontar la presente oscuridad.
 
*Investigador y catedrático de la Universidad Luterana Salvadoreña 

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