Pandillas-Policía Nacional Civil: la cara de la guerra

Rubén Fúnez*
Estamos asistiendo a una situación en la que se ha agudizado el problema de la inseguridad. Según los medios masivos de información, diariamente se están reportando entre 15 y 16 asesinatos; cifra que algunos sectores de la sociedad ponen en duda, ya que creen que es probable que sean más los crímenes que se cometen.
Sin embargo, la actual situación está poniendo un elemento más, que quizá en el pasado estaba como en latente, nos referimos al alto grado de incertidumbre en el que se encuentran los sectores populares de la población. La incertidumbre se ha generado al ir tomando cuerpo lo que Dagoberto Gutiérrez ha llamado guerra social. No se trata de mera delincuencia común, sino que se trata de una guerra real en la que se encuentran enfrentados dos ejércitos, pero de esta guerra social el autor mencionado, ha escrito una serie de artículos en esta misma página y por eso no hay que insistir en su definición conceptual, sino que los refiero a dichos artículos para que de primera mano leamos la propuesta de este genial analista político.
Volviendo al elemento de la inseguridad podemos constatar que las comunidades las viven de múltiples maneras: los pasajes de las comunidades son frecuentemente sorprendidos por enfrentamientos entre pandillas que se disputan el territorio; las viviendas que tienen los medios para ello, se han visto en la necesidad de construir caros enrejados a raíz de que los pandilleros utilizan los techos de las casas para escapar de la policía y que reiteradamente ocupan los patios de las residencias en su huidas; los residentes de estas comunidades difícilmente pueden recibir visitas, porque a los pasajes no pueden llegar desconocidos porque o bien son amenazados y asaltados o son vapuleados; se ha dado el caso que los vecinos tienen que alojar a los pandilleros en sus residencias, viviendo las familias una clara situación de secuestro, porque una vez que ingresan estos señores a las residencias, ningún familiar puede salir de ella hasta que sus huéspedes la abandonan; las extorsiones están a la orden del día. Hay que aclarar que la mayoría de las situaciones descritas son medidas de seguridad que adoptan los mismos pandilleros.
En una situación así, la población no sabe a qué atenerse, y este no tener control sobre la situación es el factor que los sume en mayor inseguridad.
Hace algunos meses se hizo noticia pública que la Asociación Nacional de la Empresa Privada tuvo que recurrir a Giuliani, al ex alcalde de New York para que ayude en la contención y posterior reducción de la delincuencia , confiados en que se trata de un personaje que pudo combatir el problema de pandillas en la ciudad en la cual fue alcalde. De todas maneras sean las recomendaciones que fueren las que proporcione este especialista, una cosa es clara, las autoridades encargadas de ofrecer seguridad a la población no saben como hacerlo. Por eso en el imaginario popular existe la sensación de contar con autoridades incompetentes en asuntos de seguridad, lo que sume a la población en mayor inseguridad.
Los asesinatos masivos y los asesinatos de policías no dejan tampoco bien parada a las autoridades. Todo ello implica que la población se encuentra indefensa frente a unos grupos que han dado visos de máxima crueldad. Como último recurso están pidiendo al gobierno que saque al ejercito a las calles para que combata a las pandillas.
La desesperación de la comunidad está llegando a tales extremos que la única salida que ven a la situación es la eliminación sistemática de las pandillas. Hay que decir, con total honradez, que esfuerzo similares realizados en el pasado no han dado los resultados esperados; no sólo no se han vencido a las pandillas, sino que estas tienen, al parecer, una mejor organización, mayor control en el territorio, y cuentan con mejores armas de guerra y con pretensiones “empresariales”: están en un proceso de adsorción de algunos de los negocios de las comunidades en las que residen. Su “poder económico”, incluso, les permite exigir aunque sea por la fuerza ser reconocido por las comunidades en las distintas celebraciones que estas llevan a cabo.
La gran pregunta, la única pregunta a la que hay que contestar es ¿cómo solucionar este conflicto? La solución de este conflicto pasa por su correcta comprensión. Hay que decir que no estamos frente a un conflicto “pandilleril”, sino que nos encontramos inmersos, como atinadamente a dicho Dagoberto Gutiérrez, en una guerra social. De hecho, el que en las últimas semanas se haya agravado el conflicto entre pandillas y Policía Nacional Civil pone en evidencia que se trata de una guerra efectiva, de una guerra real; en este sentido se trata del enfrentamiento de dos ejércitos armados y con poder sobre el territorio. La solución pasa, paradójicamente, por este reconocimiento. Sólo el reconocimiento es lo que puede capacitar al gobierno para que pueda negociar con las pandillas. La solución al conflicto es la negociación, porque si no logran negociar lo que puede dejarse venir es lo que el mismo Dagoberto Gutierrez a comenzado a llamar somalización del escenario salvadoreño.
¿Quiénes son los llamados a negociar? Hay que decir que se tendrán que sentar en la mesa de negociación los representantes del gobierno, y los representes de las pandillas, en este sentido creemos que los jefes de las clicas tienen el poder para negociar y de tomar decisiones.
Acentuamos a estos sujetos en la negociación por la situación de indefensión en el que se encuentra el movimiento popular, este pueblo carece de una dirección inteligente, por lo tanto no se encuentra capacitado para poder negociar con las pandillas.
Evidentemente esta negociación, va a tener sus dificultades, en primer lugar provenientes de la índole de las pandillas: sobre todo si sus actividades están montadas en la “ilegalidad”, y, en segundo lugar, provenientes del sector oficial: negociar con las pandillas implica el reconocimiento de su poder y es probable que a nivel oficial no estén dispuestos a este reconocimiento.
De todas manera de la guerra, los salvadoreños han aprendido que se supera por medio de la negociación.
Notas.
. Cfr. Giuliani en El Salvador, en http://www.lapagina.com.sv/editoriales/101864/Giuliani-en-El-Salvador
.A los procesos de descomposición del Estado, destrucción violenta de su orden jurídico, abolición de la autoridad pública y masiva vulneración de los derechos humanos, a causa del enfrentamiento armado entre grupos rivales, se llama somalización”. “Somalización”, en www.enciclopediadelapolitica.org/Default.aspxi=&por=s&idind=1410&termino=
*Investigador y catedrático de la Universidad Luterana Salvadoreña