Paulo Reglus Neves Freire. La pedagogía de la esperanza

Armando Briñis y  Narciso Albo

Paulo Freire (1921-1997) fue uno de los mayores y más significativos pedagogos del siglo XX. Con su principio del diálogo, enseñó un nuevo camino para la relación entre profesores y alumnos, el cual podríamos resumir en el vía de doble carril de la enseñanza, de maestro a alumnas y alumnos y de estos al maestro, rechazando cualquier práctica discriminatoria en la educación.

¿Podemos considerar que sus ideas influenciaron e influencian hasta la actualidad todos los procesos democráticos alrededor del mundo, especialmente los vinculados al tema pedagógico?

Consideramos que sus ideas marcaron hasta la actualidad una nueva forma de enseñanza y su trabajo transmitió la pedagogía de la esperanza, a partir de lo cual fue considerado el pedagogo de los oprimidos.

Influyó en las nuevas ideas liberadoras en América Latina, en la propia teología de la liberación, en las renovaciones pedagógicas europeas y africanas, y su figura es referente constante en la política liberadora y en a educación. Fue emigrante y exiliado por razones políticas por causa de las dictaduras. Por mucho tiempo, su domicilio fue el Consejo Mundial de las Iglesias en Ginebra, Suiza.

Un análisis crítico de su obra publicada por primera vez en 1995, “Pedagogía de la Autonomía”1, su penúltima obra escrita antes de su fallecimiento el 2 de mayo de 1997, podemos considerarla una recopilación de los principios básicos en los que se basa su amplia literatura, sin olvidarnos el marco histórico concreto en que fue escrita esta obra, el año 1995, pocos años después de la caída del muro de Berlín y de la Unión Soviética e inicio desenfrenado de una nueva ola del neoliberalismo, en los marcos de la globalización mundial.

Su trabajo nos ofrece un marco conceptual relacionado con la práctica de los profesionales de la educación, de la necesidad del compromiso con el aprendizaje, más allá de posiciones preconcebidas y desesperanzadas, nos trata de a partir de un pensamiento crítico rechazar cualquier forma de discriminación en las prácticas educacionales, asumiendo una posición de defensa de la identidad cultural de los pueblos de América Latina.

Un apretado resumen de sus principales ideas los podemos englobar en lo necesario e importante que resulta desarrollar una pedagogía de la pregunta, opuesta a la pedagogía de la simple respuesta, tan difundida a nivel internacional e incluso en nuestro país. Siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta, a partir de que los profesores contestan a preguntas que ellos mismos formulan; pero que los alumnos no han hecho.

Por otra parte su visión de la alfabetización va más allá del simple trasmitir de los conocimientos básicos, para pasar a una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado o la simple persona que recibe la educación a un nivel determinado. Quien no valora y analiza que es lo que pasa y porque y sobre todas las cosas busca soluciones para los conflictos sociales, no puede ser un buen pedagogo.

A la vez el enseñar exige respeto a los saberes de los educandos, exige la corporización de las palabras por el ejemplo, el respeto a la autonomía del ser, del educando. Enseñar exige seguridad, capacidad profesional y generosidad y sobre todas las cosas exige saber escuchar, porque nadie es o llegará a ser, si se prohíbe que otros sean.

En sus obras posteriores a 1995, Paulo Freyre, da continuidad y seguimiento a sus ideas y con ello a la obra literaria que lo hizo famoso en el pasado, “Pedagogía del oprimido”2, enfatizando en que el hombre dejará de ser del oprimido, cuando las concepciones pedagógicas se conviertan en proceso de permanente liberación y se logre “la expulsión del opresor de dentro del oprimido”.

Para el autor no hay palabra verdadera que no sea unión inquebrantable entre acción y reflexión y decir la palabra verdadera, decir la verdad es transformar al mundo que nos rodea para mejor. Decir que los hombres son personas y como personas son libres y a la vez no hacer nada para lograr concretamente que esta afirmación sea objetiva, que haya cambios reales, es una farsa, opinó Paulo Reglus.

Porque el hombre es hombre, y el mundo es mundo, en la medida en que ambos se encuentran en una interrelación permanente, y el hombre transformando al mundo sufre los efectos de su propia transformación.

Se destaca también sus afirmaciones relacionadas a que el estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre, o en un año, si no que estudiar no puede ser un acto solo para consumir ideas, sino que lo importante es crearlas y recrearlas durante todo el proceso de aprendizaje.

Solo educadores autoritarios niegan la solidaridad entre el acto de educar y el acto de a la vez ser educados por los educandos, en un proceso de interrelación, teniendo en cuenta que todos nosotros sabemos algo y todos nosotros ignoramos algo; por lo cual aprendemos siempre.

En la obra se destaca a la vez la concepción de que la cultura no es atributo exclusivo de la clase dominante en el poder y que los llamados «ignorantes» son hombres y mujeres a los que se les ha negado el derecho de expresarse y por ello son sometidos a vivir en una «cultura del silencio».

Defendiendo el proceso revolucionario de avance, como una acción cultural dialogada conjuntamente con el acceso al poder en el esfuerzo serio y profundo de concienciación a la vez la ciencia y la tecnología, en la sociedad, deben estar al servicio de la liberación permanente y de la humanización del hombre a poyado en la idea muy clara de que puede que la educación no cambia el mundo, pero cambia a las personas que van a cambiar el mundo.

A manera de conclusiones podemos plantear que resultan evidentes las enormes similitudes entre la que ha sido llamada la Pedagogía de la liberación freiriana y ciertas corrientes en el pensamiento y la teología latinoamericanas. En este sentido, gran parte de la filosofía y la teología de la liberación desarrollada en América Latina destacan, como Freire, en la necesidad de una relectura de la cultura y la historia desde el oprimido. Por ejemplo para la filosofía de la liberación de Ellacuría, por ejemplo, la necesidad de situarse en el lugar del oprimido (las mayorías pobres del Tercer Mundo) señala el correcto quehacer de la filosofía y así defiende que el lugar desde donde se plantea la auténtica liberación es el de las fuerzas sociales que conforman “la contradicción principal de las fuerzas que son responsables principales de la dominación y opresión”3

La idea de un hombre en relación con el mundo y sus semejantes parece el punto final de la pedagogía de la liberación que parte de la situación límite del oprimido. Pero el diálogo, además de punto final, es el medio continuamente presente en la pedagogía, si ésta pretende generar un cauce de expresión y elaboración humana de la realidad, en busca de soluciones para los conflictos sociales de América Latina y el Caribe.

Además señaló que la educación basada en la interacción entre educar y aprender requiere seguir los siguientes pasos: observa un rigor metodológico; desarrolla la investigación; respeto por el conocimiento particular de cada estudiante; ejercita el pensamiento crítico; respeta la ética y estética; haz lo que dices y arriésgate aceptando lo nuevo, al tiempo que rechazas cualquier forma de discriminación; reflexiona críticamente acerca de las prácticas educacionales; y asume tu identidad cultural.

Bibliografía

  1. Ellacuría, Ignacio. “Función liberadora de la filosofía”, Estudios Centroamericanos (ECA), n° 435-436. 1985.

  2. Freire, Paulo Reglus Neves. “Pedagogía de la esperanza” (http://www.quedelibros.com/libro/41487/Pedagogia-Del-Oprimido-espanol.html)

  3. Freire, Paulo Reglus Neves. “Pedagogía del oprimido”. (http://www.quedelibros.com/libro/41487/Pedagogia-Del-Oprimido-espanol.html)

  4. Freire, Paulo Reglus Neves. “Pedagogía de la autonomía”. (http://www.bsasjoven.gov.ar/areas/salud/dircap/mat/matbiblio/freire.pdf)

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