Reflexiones iniciales sobre Venezuela
Dagoberto Gutiérrez
Contemporáneamente se da una continuación de la lucha inveterada entre el mercado y el Estado. Se trata de eliminar todo aquel aparato con poder que aspire a regular la actividad de las grandes empresas planetarias para producir una especie de Estado global que sustituya al ciudadano por el consumidor, que acabe con aquella persona con derechos y lo sustituya por un esclavo que trabaja produciendo mercancías con libre circulación.
Este es el sueño actual que, además, es una realidad galopante, y es un factor que determina la confrontación planetaria que de múltiples manifestaciones conforma lo que llamamos Tercera Guerra Mundial, porque el mundo unipolar, auspiciado por el imperio estadounidense, se enfrenta a otra política en donde este mundo funciona de manera bi o multi polar, y la guerra estallada adopta formas no tradicionales que expresan, sin embargo, una confrontación total entre dos grandes bloques: Occidente (Estados Unidos, Canadá, Europa, Australia y Nueva Zelanda) y Eurasia (Rusia, China, Indochina y el Oriente Lejano).
Suramérica contiene las mayores riquezas que las grandes empresas ambicionan y necesitan y ahí, precisamente ahí, se configuraron una serie de procesos similares pero diferentes en varias de sus sociedades. En Venezuela se desarrolló lo que pudiera considerarse el proceso político de cabecera porque aquí aparece la cabeza telúrica de Chávez que concentró los sueños y una manera popular y decente de hacer política. Se trata, desde luego, de un país dueño de las mayores riquezas petroleras, minerales y vegetales, que fue, desde siempre, una propiedad estadounidense.
En otros países como Ecuador, Bolivia, Brasil o Argentina, se establecieron también gobiernos, en medio de procesos políticos con capacidad de movilización popular y de amplias politizaciones de sus pueblos. Todos estos procesos expresan una serie de características que los identifican. Por ejemplo: se trata de gobiernos con capacidad para enfrentarse al poder del hasta ahora indiscutible imperio estadounidense.
Estos gobiernos han podido aplicar una política autónoma y hasta independiente del poderío estadounidense y se han enfrentado con éxito a la Casa Blanca. Han defendido los inmensos recursos naturales de sus países y han chocado también exitosamente con las poderosas e intocables empresas transnacionales. Han sido parte de procesos globales para constituir un nuevo poder planetario enfrentado al poder unipolar de la Casa Blanca. Este es el caso del BRIC. También han sido capaces de constituir acuerdos regionales de comercio como UNASUR, sin la participación de Estados Unidos, y enfrentados a la política imperial. Estos gobiernos han atendido por primera vez en centurias las sangrantes necesidades de millones de seres humanos y han dado salud, educación, salario y trabajo digno, vivienda humana, y a todo este conjunto de procesos similares con matices de colores, olores, propios y diferentes, es a lo que estamos llamando gobiernos progresistas, y a todo este proceso podemos llamarle progresismo.
El término progresismo expresa la presencia de un conjunto de cualidades que van definiendo una nueva política, una nueva manera de ejercer un poder político diferente, un nuevo liderazgo y una independencia que rompe el coloniaje solapado que el imperio estadounidense estableció sobre nuestros países.
Como se puede ver, este progresismo confronta por todos los poros con el poder imperial y despierta simpatías renovando esperanzas en un mundo en el que parece que estas se agotan y se fugan. La cabecera de este proceso está situada en Venezuela y por eso la mayor confrontación estalla en el proceso político venezolano, en donde se han hecho la mayor cantidad de elecciones en el menor de los plazos, donde se ha montado el sistema electoral de mayor crédito y respetabilidad, y en donde el proceso político, con los componentes que ya anoté, ha sido sostenido y respaldado con los votos de millones de personas.
Ahora se trata de elecciones para renovar el parlamento venezolano. Cualquiera pensaría que se trata de una nueva elección, una de tantas que se han hecho en ese país; pero no es nada de eso, porque en ese proceso normal y corriente nos encontramos con una presentación del mundo contemporáneo que describimos someramente al principio, y la campaña electoral propia de una campaña para diputados se hizo una campaña global y planetaria, en donde Occidente vació su poder propagandístico e intervino directa y frontalmente en la campaña, tal como si fuera un partido político venezolano. La economía se convirtió en el escenario estratégico que con varios años de anticipación mordió el estómago y también la conciencia de millones de venezolanos. La grotesca oposición venezolana contó con un respaldo internacional inmejorable con capacidad de penetración, y aquí, los poderosos aparatos ideológicos de Estado (televisoras, radios, diarios, revistas) funcionaron plenamente como lo que son: verdaderos partidos políticos. Todo esto significa que el proceso popular revolucionario venezolano se enfrentó a una campaña electoral global que funcionó sin fronteras estatales y sin límites geográficos.
Es previsible que los dirigentes del proceso venezolano supieran de antemano el resultado, aunque no de manera precisa, pero si en términos esperables, y que el resultado de la votación no fuera una sorpresa. Podemos afirmar esto a partir del discurso del Presidente Maduro que no expresó ninguna improvisación y que definió líneas políticas pensadas previamente. Es de suponer, al mismo tiempo, que hay preparación para una lucha frontal de un poder Ejecutivo popular y un poder Legislativo antipopular.
Qué es lo que significa todo este proceso?
Todo parece indicar que estamos frente al agotamiento de este proceso progresista porque el resultado electoral coincide con una crisis de los precios del petróleo que ha reducido los ingresos del Estado venezolano y que es posible que haya limitado el acceso de la población a algunos beneficios materiales. El proceso atraviesa y es atravesado por una crisis planetaria del capitalismo, y es en ese espacio cuando un pueblo, beneficiado por una política, decide votar por otra política que niega los beneficios que ha recibido.
Puestas así las cosas, es viable pensar que para el proceso político venezolano está planteada la necesidad de avanzar en el proceso de radicalización y transformar el progresismo en revolución, lo cual implica dar más democracia a una democracia débil, y también implica darse cuenta que el progresismo tiene sus límites y fronteras que aparecen expresadas magníficamente en estas votaciones venezolanas, porque en los procesos no bastan ni son suficientes las ventajas materiales. Estos aspectos que siendo como son, muy importantes, no resultan ser los decisivos ni mucho menos los determinantes, porque se necesita mucha conciencia, y aquí aparece el aspecto del liderazgo, del guía, del que va adelante. Este tiene que ser, además de un héroe político o militar, debe ser un héroe ético que encarne las mayores y mejores virtudes humanas para asegurar una convicción segura de los procesos.
Todo esto lo encarnaba Hugo Chávez y, en cierto modo, sigue ejerciendo ese papel, pero no basta, y sin duda la dirección venezolana ha de realizar un esfuerzo serio en el examen de sus relaciones con las masas para saber la medida en que los dirigentes de ese proceso son ejemplo para la gente, de modestia, de honradez, de firmeza, de cumplimiento cabal de sus mensajes. Y al mismo tiempo, el papel del partido de gobierno, porque como siempre ocurre, los partidos políticos son propicios, sobre todo aquellos que están en el poder, a las mezclas de diferentes colores, olores y humores, que no siempre son el puente más saludable de comunicación con el pueblo. Pues bien, para la dirección revolucionaria de Venezuela, esto resulta ser un paso inevitable.
Por otro lado, la oposición venezolana hizo una campaña tremendista basada en el fraude gubernamental, pero los resultados favorables para esa oposición, han sido defendidos y garantizados por el sistema electoral montado por la revolución, y esto ha dejado, en cierto modo, paralizada a esta oposición, que al acceder al control del parlamento tiene que decidir entre enfrentarse a las ventajas populares que el gobierno ha dado a la gente o respaldar la política popular del gobierno de Maduro.
Todos sabemos que esta es una pelea previa a la confrontación por el Ejecutivo y estas horas y estos minutos están signados por esa lucha, y no hay segundo que perder. Sabemos que la pelea es global, que las filas revolucionarias necesitan aprender a mirarse hacia adentro y así mismas, que siempre se necesita aprender, aprehendiendo, de lo que está pensando realmente la gente real del pueblo, que necesitamos aprender los nuevos nexos entre la economía y la política, y saber definir la necesaria radicalización de este proceso. No hay ninguna duda que los dirigentes venezolanos tienen estos y otros aspectos muy bien instalados en su cabeza, y que los resultados electorales del domingo pasado aceleraran todos los despertadores y los recursos más recónditos del proceso. La oposición venezolana y la planetaria no tienen todas las condiciones para celebrar victorias.
*Vicerrector de la Universidad Luterana Salvadoreña