Verano europeo: la Europa periférica se despereza
Rubén Fúnez*
¿Qué está en juego en Grecia? Lo que está en juego en Grecia es justamente la convicción de que la suerte de los pobres depende, en su exclusividad de los mismos pobres. Existen en el mundo dos clases. La clase de los poderosos, y la clase de los desposeídos. Lo que da cuenta de la clase de los poderosos es, como dice un analista español, el “enloquecimiento” por hacer rentable su capital. La sed de ganancia de la clase adinerada los tiene poseídos de tal modo que no son capaces de darse cuenta de la situación absurda e irreversible por la que atraviesa nuestro mundo. La clase de los desposeídos, en medio de la cruenta inseguridad, están asidos a lo poco de dignidad que todavía les queda.
Estamos describiendo con toda la conciencia posible dicha división mundial. Por eso hemos renunciado, deliberadamente, a utilizar categorías como izquierdas y derechas: cuando se enfrentan los grupos sociales, no necesariamente es un enfrentamiento entre “derechas” e “izquierdas”. No es una derecha la que se opone a una izquierda, sino una clase poderosa que se opone, con todo su poder y su fuerza, a una clase desposeída y precaria.
En este sentido la clase de los desposeídos, poco a poco, ha ido tomando conciencia que sus profundos problemas sólo pueden ser solucionados, en tanto los asumen con la responsabilidad que la situación lo está exigiendo.
La deuda externa de Grecia está hundiendo a los griegos. Ante esta situación su Primer Ministro Alexis Tsipras proponía un pago de deuda, que les permitiera ahorrar tanto, como lo que tenían que pagar; ante ello la Troika le propuso reducción de pensiones, aumento del IVA, no tocar los contratos de trabajo etc. etc.
Es decir, le estaban exigiendo precisamente aquello que le propuso a los griegos superar. Si Tsipras hubiera aceptado aquellas medidas, habría negado todas las promesas por la cual fue votado. Por eso el 26 de junio convocó a un referendo en el que el pueblo eligiera el camino a tomar. Y este domingo, con la participación del 65% del electorado griego, aproximadamente el 65% voto por el NO y el resto votó por el SI.
Son varias las enseñanzas que nos deja esto que se ha comenzado a llamar el “verano europeo”. Enseñanzas que nos llevan a soñar con que el mundo, va tomando conciencia de que las medidas neoliberales están llevando a una hecatombe sin precedentes en la historia de la humanidad.
La primera de estas enseñanzas es que los europeos han ido cayendo en la cuenta que cuando los primeros ministros de las potencias europeas se sientan a negociar, no lo hacen como jefes de Estado, sino como dueños de alguna empresa. Es decir, lo que se discute no es si dichas medidas van a potenciar las libertades, los derechos, la democracia, la ciudadanía de los europeos, sino la rentabilidad financiera. Los jefes de Estado son hombres de negocios.
La segunda enseñanza es que también están cayendo en la cuenta que la susodicha “Social democracia” europea no es ni social, ni es democracia.
La tercera enseñanza es que están tomando, dolorosamente, conciencia de que hay dos Europas, una Europa del centro, liderada por Alemania, que está empeñada en empobrecer a sus vecinos y una Europa del sur en la que está Grecia, Portugal, España e Italia.
En cuarto lugar, han ido progresivamente siendo más conscientes que la dinámica económica europea ha ido creando un centro y una periferia. La denominación de periferia no es un asunto meramente técnico, sino que expresan relaciones de poder. Relaciones asimétricas de poder: el centro se enriquece a costa de una periferia que se empobrece cada vez más.
Entonces lo que nos enseña Grecia es la íntima vinculación en la que se encuentra los pobres de la periferia, sean estos europeos, asiáticos, africanos, americanos o australianos. Por esa razón el problema griego no es un problema estrictamente económico, sino eminentemente político: para la Europa del Centro los griegos eligieron mal, por eso es que les está pasando lo que les pasa, y eso mismo va a ocurrirle a todos aquellos que procedan del mismo modo.
Sin embargo, con el triunfo del NO del referéndum hay una razón más para seguir soñando. Se impuso la dignidad del pueblo griego.
*Docente e investigador de la Universidad Luterana Salvadoreña